LOS NIÑOS,  NUESTRA GRAN DEUDA.
Por Marla
                                                                                                              Abril 2014.





                                                                  
"Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo  impidáis, porque de los que son como estos es el reino de Dios”

                                                                Jesús de Nazaret


                                                                                                             
Confieso que hace un par de años los niños me parecían seres de otro mundo, poco interactuaba con ellos porque en mi familia no había muchos con los que pudiera convivir, de hecho ninguno, por lo que veía fuera de mi mundo a estas personas.

Hace unos días estaba en el parque con mi hijo; nos subimos a un columpio los dos y meciéndonos observábamos a los demás correr y jugar. En ese momento me di cuenta de todo lo enorme que es un niño, sonríen a carcajada abierta, se enojan, gritan y patalean en el momento justo y en la intensidad necesaria para hacerse escuchar. Se ensucian y no les importa si los demás los miran raro, feo. Perdonan de corazón y sin rencor cuando otro niño les ha hecho algo que no les parecía. Corren, brincan y están llenos de una energía inagotable.

En ese momento que reflexionaba a cerca de los niños y la increíble intensidad con la que viven; en donde su  mente y cuerpo están en el aquí y ahora, cosa  que  a nosotros los adultos nos cuesta tanto aplicar; quise ser niña nuevamente y  tener esa sinceridad de vida, ser implacable, tenaz y terca; amar sin prejuicios, sin miedo y sobre todo ver el futuro como inexistente porque no lo puedo oler, ver o tocar.

Sin embargo, no todo en este mundo es sabor a miel y al voltear hacia una calle vi la otra cara de la moneda, los niños marginados, a los que se les impidió ser niños por cuestiones de pobreza; aquellos que no pueden correr, jugar, sonreír y vivir llenos de la alegría a la que todo niño tiene derecho; la razón  muy simple, viven en la pobreza (bueno si a eso se le llama vivir), trabajando para subsistir y sin vislumbrar ninguna salida a ese infierno.

Estos niños a los cuáles antes de nacer se les ha negado las oportunidades de crecer en un mundo en donde la felicidad es inherente a su condición de ser humano; esto porque la pobreza viene desde sus padres, abuelos y así nos remontamos a todo su árbol genealógico.

Es casi de risa leer que en  1989, durante los trabajos de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), definía al niño de la siguiente manera: un niño es un ser humano que tiene pocos años, inexperto, irreflexivo. Es un afortunado que recibe trato afectivo, sin importar su raza, color, sexo, idioma, religión, nacionalidad, si es rico o pobre, si tiene o no padres o impedimentos físicos o mentales. Los niños -para la ONU- son primero y están por encima de cualquier otra consideración.

Me llama la atención la frase “Los niños son primero y están por encima de cualquier consideración”, interesante aseveración, pero en los hechos palabra muerta. En México los niños son lo último que volteamos a ver, sobre todo los que viven  y trabajan en las calles, los cuáles son invisibles y en algunas ocasiones hasta un fastidio, porque se piensa en cómo es posible que la naturaleza permite que estos niños nazcan en situaciones deplorables y sobrevivan. Y qué decir de los niños que viven en las zonas rurales, los niños indígenas que serán sujetos a discriminación y pobreza por su color de piel, idioma y costumbres.

De acuerdo con el último dato censal de INEGI del  2010, en México viven 32.5 millones de niños de 0 a 14 años, lo cual representa el 31.6% de la población total en México, más de una cuarta parte de nuestra población.

De estos 32.5 millones de niños el 53 % se encuentra en la pobreza y de ellos el 11% se enfrentan a la pobreza extrema, dato interesante en donde hay programas sociales supuestamente para atacar este mal  y vergüenza para todos nosotros que más de la mitad de nuestros niños sufran de carencias y hambre, mientras unos pocos lo tienen todo y en exceso.
“Además de la pobreza sufren de discriminación y no existen estudios estadísticos que puedan revelar la realidad de estas infancias. Esto refuerza su invisibilidad social: al no conocer a la población excluida  no pueden realizarse políticas públicas con una inversión adecuada para beneficiarles”, esto es lo que indica la Red por los derechos de la infancia en México.

Los niños son una de las poblaciones más vulnerables ya que pueden ser fácilmente explotados, manipulados, violentados en su entorno y muertos.

Datos del 2012 nos muestran que el problema está avanzando: lo siguiente es información  obtenida de la Encuesta Nacional sobre Solidaridad y Acción Voluntaria.
                                                                                                             




Datos de otras organizaciones dan cifras alarmantes; más  del 37.4% de la población infantil en México presenta un nivel de desnutrición crónica derivado de una inadecuada alimentación, la cual genera consecuencias irreversibles, tales como:
ü  Falta de desarrollo en órganos vitales: corazón, hígado, cerebro, riñones y estructura ósea.
ü  Aumento de morbilidad y mortalidad
ü  Disminución del rendimiento intelectual, desempeño escolar y enfermedades crónico-degenerativas.

“El hambre debe ser vista como una dimensión de la pobreza extrema y, frecuentemente, es vista como la manifestación más grave y critica de la pobreza” Agenda del desarrollo del G20, reflexiones desde México.

 Pero la pobreza no solo se limita a la falta de alimento sino a todos los aspectos del desarrollo humano de los niños en México, tales como, derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, al libre esparcimiento.

12 millones de niños tienen que trabajar y dejar de lado las condiciones de salud y educación que todo niño debe tener para desarrollarse plenamente. Y en el  Distrito Federal tenemos que la población infantil que trabaja en las calles rebasa el millón de personas. Lo preocupante en este rubro es que los niños en muchas ocasiones son gravemente violentados en sus derechos, trabajando en condiciones peligrosas o siendo explotados.

La prostitución es otro grave problema que se está agravando dentro de la situación de pobreza de los niños; solo en el Distrito Federal tenemos más de un millar de niñas entre los 14 y 16 años que se prostituyen como alternativa laboral.

Y así podemos listar todos los agravios en contra de los niños y que no hemos sabido resolver.


¿Qué hacer?, porque cuando criticamos algo debemos dar también posibles soluciones; hemos visto que los programas sociales han tenido avances modestos en las últimas décadas pero no han resuelto el problema de la pobreza e inequidad de los niños. Programas como cruzadas contra el hambre los hemos visto ir y venir sexenio tras sexenio con otros nombres y otros colores de partido, pero el resultado es el mismo; no están resolviendo los problemas graves que estamos enfrentando y el solo dar el pez al hambriento no sirve de nada, necesitamos enseñar a que pesquen, a que consigan sus propios medios para generar riqueza.
Los resultados los vemos en el boletín 160 de la SEDESOL de febrero de 2014, en donde informa a cerca de los avances del programa Cruzada Nacional contra el Hambre a 15 meses de que iniciara operaciones. Es relevante destacar que dicho boletín no indica la cantidad de personas que están siendo beneficiadas; solo afirma que hay 2 mil 911 comedores, tampoco indica  los municipios en donde se encuentran estos comedores, ni el método utilizado para dar estos resultados; en cuanto a la desnutrición infantil solo señala:
En el objetivo 2, eliminar la desnutrición infantil y mejorar los indicadores de crecimiento de niños y niñas en la primera infancia, se ha enriquecido la alimentación con suplementos alimenticios de 725 mil 383 niños y niñas….

Lo anterior nos hace ver que en  15 meses no hay avances para evitar no solo que los niños sigan sufriendo de hambre sino que el problema no avance. Dar suplementos alimenticios al 4% de la población infantil con desnutrición en estos 15 meses representa que a este ritmo en 29 años podremos estar eliminando la desnutrición infantil, y eso si no mueren antes o no aumenta la población desnutrida al paso que nuestra economía va.

En mi opinión considero que más que programas sociales en donde se les regalen migajas a las familias, madres y padres; se deben realizar programas de desarrollo sustentable en las colonias y poblaciones más marginadas del país. A fin de que los padres de estos niños que viven en la pobreza puedan tener los recursos necesarios para sacar a sus hijos adelante y con esto todo iría en cadena, ya que los recursos financieros que se dan a estas familias para “ayudarles” en su pobreza pueden ser aplicados a los niños que viven en situación de calle, que han huido de sus casas y  tratar de incorporarlos a la vida en familia.
Se debe ver en que es efectiva una población, que ventajas y capacidades tiene de producir o elaborar un producto o servicio, como explotar su entorno para así generar empleos y aplicar todos los beneficios sociales y como consecuencia desarrollar económicamente a ese lugar a través de infraestructura,  no a través de colocar 1 comedor y algunos servicios médicos cada año.

En los últimos sexenios el gobierno se ha empeñado en aplicar políticas sociales que en nada resuelven el problema, solo son paliativos que tratan de darnos un falso entorno de que la pobreza está disminuyendo y medios de populismo en años electorales.

¿Sirve que cada mes den una despensa a las familias o una cantidad de dinero que son insuficientes? ¿O que cada 6 meses lleguen camionetas con servicios médicos a las poblaciones más marginadas?, No sirve más que para salir del paso por el momento;  hacen dependientes a las personas de esas ayudas sin que puedan generar sus propios recursos y atraer la riqueza a sus comunidades.

En fin, hay alternativas, pero parece ser que solo buscamos calmar nuestra conciencia dando limosnas a los niños para sentirnos que hicimos nuestra buena obra del día.

Como me decía mi padre cuando era niña, “ tú  estás aquí para ir a la escuela, jugar, dormir y comer”, eso es lo que deben hacer nuestros niños; disfrutar el descubrimiento del mundo que les rodea, aprender de él y  reír hasta cansarse;  sin preocuparse si comerán hoy, si los maltratarán si no llevan dinero a casa, etc.

Miremos a los niños de la calle, a los niños que trabajan por las noches, a los que caminan drogados para no pensar en toda su miseria; observemos y tratemos de colocar nuestro grano de arena.


Miremos a los olvidados de siempre, si tenemos una deuda mayor, esa es con respecto a nuestra niñez y adolescentes; pensemos que son el futuro de nuestro México. Dejemos de ser espectadores y volvámonos actores de nuestro destino y del de millones de niños.

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